Por: José M. Viniegra
La obra se desarrolla en Inglaterra de 1908 y la Inglaterra de 1922, alternando escenas y tiempo. Todo comienza por el libro que un hombre joven lee, bajo riesgo propio, y en el que encontrará una terrible historia que trata de un oscuro pasado, una línea de sangre y un espejo que, casualmente, él heredará. Gracias a Dios, no es su apellido el que incluye el libro, a menos que…
Mientras él va leyendo, va encontrando los sucesos que se narran en aquella no tan lejana Inglaterra. De hecho, a sólo unos años de su generación. Pero cuando está en la historia, sumergido, se nos presenta a los espectadores el escenario y los eventos de entonces, macabros por sí mismos, pues la sangre de inocentes ha corrido como la de culpables, ya que el bien o el mal hecho no es lo que determina quien muere, sino el apellido que tiene.
Una maldición se cierne sobre un linaje: el fantasma en el espejo -novela publicada en 1992- relata lo que le sucede a sir James Monmouth, quien después de la muerte de sus padres, fue criado por un tutor.
Más tarde, comienza a viajar por el mundo hasta llegar a Inglaterra, donde ve a un fantasma cada vez con mayor frecuencia, por lo que decide investigar quién es y qué quiere. Afortunadamente, el fantasma viene por un solo apellido. El joven que lee la historia desconoce este pasado y se mofa de las maldiciones; pero pronto verá que debería.
La historia es buena, y es notorio que tras ella se encuentra una novela; se percibe en la construcción de la trama, misma que incluye, de manera interactiva, al público.
Al final de –y durante- varias escenas, la sala permanecerá oscura, adentrándote en un ambiente de misterio y suspenso. Asimismo, actores se encontrarán en la sala misma y entre butacas te sacarán un susto. El manejo de luces, el sonido y los efectos digitales que ambientan la trama crean una experiencia como pocas. Realmente debe verse esta obra teatral si no la has visto.