Por: Antonio Torres
Durante el surgimiento de este mundo, el hombre se ha conectado con el sonido de una forma indispensable para su existencia, pero en el momento en que encontró el ritmo a todos esos sonidos, creó la música; con la música se crearon miles de propuestas que combinan diversos tipos de ritmos y que además en cada parte del mundo hay un estilo y con ello nacieron los artistas conformados muchas veces como solistas o en grupo que se les apoda vulgarmente como bandas musicales.
Hay bandas de todo tipo, las que pasan desapercibidas, las que duran muy poco reunidas y cambian su contexto cultural, las que duran años y poco a poco se les olvida, las que nunca hicieron nada, las que les copian a otras, las que pocos conocen pero son buenísimas, las que muchos conocen pero carecen de talento, las que llenas estadios, las que no las conocen ni en su casa, las que se dedican solamente a “coverear”, las que transgreden generaciones y son políticamente incorrectas, las que aún no existen, las conformadas por integrantes de otras bandas, las que se inclinan por una corriente religiosa, las rebeldes, las misóginas, las cuadradas, las raras, las que nunca se presentaron en vivo, las que nunca ganaron nada, las que siempre hemos querido ver en vivo pero nunca visitan nuestra ciudad, las que fingen de un final para después regresar y seguramente hacer más dinero, las que basan su ritmo en dioses de su historia, las que hablan únicamente del amor, las que su éxito está basado solo por el vocalista, las que en los que alienación es casi perfecta, las que se separan por una mujer y así podría pasarme cuartillas y cuartillas escribiendo de miles de tipos de bandas musicales que hay alrededor de la creación de la música.
Pero hay un tipo de banda en específico que nunca se ha catalogado por ser “glamourosa”, inclinarse a los monopolios del espectáculo, hacer demasiadas presentaciones, dar apena ajena con una cantidad significativa de discos perdiendo totalmente toda su esencia, al contrario, este tipo de banda se destaca por brindar más que un show musical, buscan compenetrar con su audiencia de una manera más completa, desde las letras, la presentación y la actuación dramática muchas veces protagonizada por su vocalista y que es el aquél que le da la esencia a la banda sin opacar a los demás integrantes apropiándose de toda la atención.
Oriundos de la Ciudad de México y que surgieron de una calle apodada Donceles por allá de finales de la década de los ochentas, ellos son Santa Sabina. Recordados por su vocalista Rita Guerrero, que fue un parte aguas en la escena del el rock mexicano; llena de energía y dueña de una voz perfectamente educada que hipnotizaba a más de uno con ese equilibrio entre oscuridad, belleza y la fascinación por el arte dramático lleno de melancolía, sin duda una de las artistas más completas que ha nacido en tierras aztecas y que gracias a ese talento ya hay un documental en su nombre: “Rita: El documental”.
Su discografía nunca se basó en crear música al azar o sin pensar en los detalles, siempre pensados con la intención de proyectarlos de la mejor manera hacia sus fans y hacia ellos mismos, porque si los escuchas bien pareciera que tocan como si ellos mismos fueran parte de ese momento oscuro y de luz conectándose completamente con el sonido.
Conocidos muy poco por las grandes masas y que son considerados como una banda de culto, Santa Sabina anunció que este año en su presentación de los 20 años del Vive Latino será el inicio del camino hacia el fin de su historia. Y aunque muchos pensarían que son noticias malas, para ellos es un tributo por aquella imagen que se difuminó con la partida de Rita y Julio. Para muchos es claramente la decisión más sensata para aún conservar ese estilo que los caracteriza y que los pone por mucho como una de las bandas de rock más talentosas que ha dado este país y que sin duda su legado será referente para las bandas que busquen un estilo propio.