Por: Luis Rodríguez/Fotografías: OCESA
Cuca madre del rock nacional festejó 25 años de rocanrolear en compañía del público capitalino en el Teatro Metropólitan este sábado.
Ansias de comerse al mundo, o al menos un fragmento de ese pastel que elogia un cuarto de siglo, nada ni nadie con mayor agradecimiento y felicidad que ese monstruo de mil ojos que le dio su espacio y su tiempo al más grande insecto rockero que ha pisado tierras mexicanas: Cuca.
Hace más de diez años revivieron «los cucarachos» y ni un pisotón, ni una bomba nuclear los podría fulminar; se levantaron de entré el polvo y la oscuridad que el paso del tiempo los quería devorar; sin embargo sus fans, los mismos que asistieron este sábado al Teatro Metropólitan a las 20:00 horas, los mantenían más vivos que nunca. Los años nunca pasaron.
Las luces del recinto agitaron a los pequeños humanos que nerviosos se movían de allá para acá, pero la oscuridad de las 21:10 horas aplacó el desorden involuntario para que Cuca dirigiera el desorden voluntario. Cucarachas en el estómago se sintieron cuando las primeras notas musicales se soltaron en el medio ambiente, y entonces la Cuca, el insecto rastrero y rockero más grande y temible salió a la vista de todos.
¿Cómo darle inicio a un cumpleaños tan importante, al que sólo bandas privilegiadas llegan? La respuesta fue lanzada a la cara con “La pucha asesina», entonces cada pedazo de Homo Erectus se trepó en su mecate e inició el baile eufórico.
Como el agua que bebemos, como el aire que respiramos, como los sentimientos que adoptamos, así llegaron a nuestros oídos José Fors, Carlos Avilez, Nacho «El Implacable» González y Alex Otaola.
José, con una gabardina roja y con su esencia oscura como la gravedad en el espacio infinito, cantó “Arre Lulú”, una de las nuevas canciones del disco “La Venganza de Cucamonga”.
Con existencialismo en los bolsillos se ejecutó «Qué chingaos”; en los primeros minutos ya la banda sacó rolas que los han llevado por el arduo camino del éxito, mismo camino que durante 25 años los han llevado hasta las puertas del Olimpo del rock mexicano.
Salidos de la alcantarilla para bien del rock and roll, “Mátame antes» se celebró al cantarlo junto con José Fors. Al finalizar, Fors dijo “todos estamos celebrando, vamos cantar esta rola, algo de Cuca madre, únanse en el `nombre del rock and roll´”; en ese momento Machingon salió a escena para agasajar el rock.
La melodía paso mientras en las pantallas aparecían leyendas como “43 desaparecidos”, “Si pienso me desaparecen” y “México no está en venta”; una forma de homenaje para ese México sangrante y dolido por tanta corrupción, inseguridad y malestar social; pero bueno ese es otro tema.
A veces para olvidar las penas el alcohol es el mejor consejero, pero las mujeres son las mejores compañeras para aliviar el dolor del alma y del cuerpo, es por eso que las féminas son parte importante para esta banda oriunda de Guadalajara, muestra de esto es la creación de “Gordibuenas”, misma que no podía faltar en la conmemoración.
Luego, ¿qué sucedió? Pues que a Fors le empezó a sudar, entonces se echaron “Mi cabeza» entre guitarrazos y brincos una voz femenina se percibió a lo lejos al decir “¡Quiero!”, tal vez quiso decir “Fors, ¡Te quiero!”, pero así se dan las malas interpretaciones por coincidencia o destino.
Siguieron temas como «El mamón de la pistola”, “Mi vieja”, “Más daño” y “Más putas que las putas”, estos dos últimos temas pertenecen a la última producción de la banda de la Perla Occidental. Los adictos y fieles fanáticos se mostraron en su mayoría, uniformados: pantalones oscuros, playeras de la “QK” y con una cerveza en la mano, o al menos una cada quince minutos.
Con poesía que ilumina al ser, las letras de aquella sabia canción se recitó en un inicio, para después integrarse Otaola, González y Avilés a “Hombre de la marcha”, mejor conocida como “Tus piernas”. Ni un minuto de descanso, ni un intermedio, nada; toda la carne al asador y el alcohol al organismo.
Siguieron temas de su actual disco: “Tengo el tiempo” y “Caca pop”, éste último con las voces femeninas de Elis Paprika y Descartes a Kant, una mezcla excelsa con actitud y fluidez que se disfrutaron como un helado, una cerveza, un amor o unos tacos.
Con una dedicación no sólo a aquellas bandas legendarias del rock sino a todos los que escucharon a Deep Purple, Black Sabbath, Led Zeppelin, El Tri, Alice Cooper, etcétera, con «Rock y sólo rock” se pusó en alto el nombre de nuestro rock, nuestra pasión, juventud y sueños de eterna gloria.
En un popurock muy especial de Cuca se dejó escuchar el pasado y el presente en una sola actuación musical: “Zona V.I.P”, “El rap de dar” y “Necesito cirugía”. Los asistentes aplaudieron este pasaje de los discos “La invasión de los blátidos” y “La Venganza de Cucamonga”.
Para la recta final, pidieron atención y se otorgó con singular alegría al cantar “Tu flor”, y el coro más importante fue el de los “cucarapitalinos”, que son por decir algo un chingo y más. Las sonrisas se dieron de ofrenda para el dios del rock, el cual asistió y aunque no se deja ver, él se presentó formal y en plan de rockear.
Una sorpresa más salió a escena con su guitarra, el mismo Arturo Tranquilino de Yokosuna, y «Alcohol y rock and roll” se fusionó con la eterna alma rebelde de las personas. “Gracias por estar aquí y festejar 25 años de estas mamadas”, expresó José Fors al terminar.
A sólo unos minutos de finalizar, no podía faltar la cruda verdad, la más intensa y eterna duda de los hijos, padres y abuelos ¿En verdad será mi hijo?, “Hijo del lechero” duele la verdad saber que por tener algo en la panza, hasta con el lechero se meten.
La cuenta regresiva empezaba. Cinco. “Implacable”. Acompañado con un baile sensual e imposible para cualquier «chingón de barrio» por parte de Fors y en la batería Nacho con su extraordinaria habilidad que demostró durante varios minutos y afirmó porque le otorgaron el mote de «El Implacable» Gonzaléz.
Cuatro: La llegada del momento especial de Fors fue al presentar a su invitada especial: Iraida Noriega. Además se rifaron uno de los maxios himnos de la banda, que en la casa, el taller y en la cantina se cantan a la de a fuerzas: “La balada”. Las grabaciones de los celulares se alborotaron como tortas en la Merced; ese video tenía que ser mostrado a alguien que no fue a la celebración… ¿Por qué?
Tres: No necesitó más presentación que el sonido de aquellos tambores que volvió frenéticos a los corazones los cuales latieron más fuerte de lo medicamente recomendado: “Cara de pizza”. A veces la gente prefiere perderse el evento en vivo y poder revivirlo al llegar a casa para ver ese video en su teléfonos inteligentes, la verdad no se quien sea más inteligente, los aparatos o las personas.
Dos: “Hoy sólo quiero”, con la consigna de que después de un concierto de QK hay que coger, se preparó las hormonas y feromonas para que los genitales se prepararan para un ritual de apareamiento con la imagen de un concierto especial. La ciudad necesita amor, sexo y mucho alcohol.
Uno: Todos los invitados de gala regresaron al escenario para cantar «El son del dolor», todo por el rock y la unión. Experiencia, energía, presencia y más rock en vez de sangre a «Los Cucarachos» los caracteriza y nos regaló la magia de su festividad, de su momento y de su enérgica música. “Gracias, poca madre, gran celebración”, agradeció José Fors.
Las baratas y sus seguidores se despidieron, momentos después se cerró el telón. Las arterias de la Ciudad de México permitieron el libre paso nocturno para que los chilangos “croacheros” se desplegaran por toda la mancha urbana, sucia, vividora y contrastante como nuestra vida misma.
Épico banquete musical de estrafalarias magnitudes, con ejecuciones magistrales y una presencia única ante un escenario y un público conocedor. La Cuca figuró y afirmó el hecho de que son y seguirán entre los dioses y los mortales.