Por: Cristhian Chavero López
Hay días en que los eventos cotidianos o los recuerdos del pasado nos hacen sentir que estamos muy mal, que nuestra vida no es la correcta, que valemos poco. Y ¿cómo es que logramos semejante valoración? ¿Cómo es que podemos creer que nuestra valía como seres humanos se ha devaluado?
Por infinidad de razones, pero una manera muy equivocada, pero constante es saber que contamos con poco dinero. Digo que es equivocada porque, en primer lugar, el dinero es sólo una representación de los bienes de intercambio entre nuestra sociedad. En segundo lugar, porque tener con más bienes, riqueza o capital no es sinónimo de estar feliz, de ser bueno y sobretodo valorado y amado por nuestros congéneres.
Si te sueles colocar en discusiones sobre política en Facebook, Twitter o alguna otra red social en Internet seguramente encontrarás cientos de argumentos que te parecen una total estupidez, que chocan con tus ideas y valores morales, ante esos argumento es regular que te preguntes “¿por qué hay gente que piensa así?” “Qué falta de información” o “cuánta pendejada en tan pocas líneas”.
El psicólogo Abraham Maslow desarrolló una pirámide que explica los niveles de necesidades humanas. Por cierto, es muy mal interpretada por algunos administradores o investigadores sociales, principalmente es el nivel de la autorrealización.
En el primer nivel de esa escala o pirámide están las necesidades básicas o fisiológicas, en el segundo las de seguridad, en el tercero las de filiación o sociales, en el cuarto las de reconocimiento y finalmente está la autorrealización, la cúspide.
Luego entonces, las sociedades, en un mundo ideal, deberían crear las condiciones para que todos pudiéramos autorrealizarnos, pero en el peor de los casos, deberíamos, por lo menos, obtener lo básico.
Desde esta perspectiva, de que todos, deberíamos contar con lo mínimo para vivir, debemos contar con un salario mínimo, una cifra de dinero con la que pudiéramos alcanzar lo básico para no morir o para tener una vida digna.
En México, en la zona A, es decir el DF y las entidades federativas aledañas el salario mínimo ronda rebasa ligeramente los mil ochocientos pesos, libres de impuestos. Si bien le va a la gente con algunos incentivos ronda los 2 mil pesos. ¿Podrías vivir con esa cantidad al mes?
Hay personas, tal vez millones, que no pueden creer que existan individuos que ganen el mínimo, pero no es así, suman 6.7 millones los que ganan eso. Además de que hay otros 4 millones y fracción que ni siquiera logran reunir esa cantidad al mes. Juntos, esos poco más de 10 millones de mexicanos suman casi el 25% de los 44 millones que trabajamos.
Si pensamos que varios de esos 10 millones son responsables de alguien más, significa que podría suceder que hubiera entre 10 y 50 millones de mexicanos viviendo con 2 mil pesos o menos repartidos entre una familia. Claro, también podemos pensar que si papá y mamá gana cada quién por su lado sus flamantes 2 mil pesotes, pues habrá familias que vivan con 4 mil. ¡Imagínense su fortuna! (ver nota)
Si agregamos a este drama de nuestra nación, que muchos países del mundo viven una situación así pues qué planeta, qué realidad tan pesada y rigurosa. Además de que hay otra gran incongruencia, que consiste en que en este país, hay 120 mil mexicanos que son los dueños del 43% de la riqueza, es decir que el 1% de nosotros posee el 43% (ver nota).
¿Sería lógico pensar en que esos 120 mil mexicanos valen más que los otros 120 millones o lo mismo? No, de nuevo insisto en que el dinero es sólo una representación, pero si existen millones (como 50) que no tienen para comer, pues algo está mal, algo no permite a varios millones obtener lo básico.
Mis posesiones no me definen, sólo me satisfacen ante la vida cotidiana y me dan seguridad ante el futuro. Es lo que hace falta, pero las condiciones actuales, la realidad, son desiguales y no permiten cambios, no dejan crecer a los demás.
Cuando otras personas insistan en su valía por sus cargos y dinero, habrá que recordarles que valen lo mismo que todos, que esos que piden limosna, valen tanto como los dueños de todo y que deberían ceder algo, antes de que los arrebaten porque nada es para siempre y no hay algo seguro.
Qué lastimoso es pensar en la comida diaria cuando mi valía no se refleja en mis ingresos, cuando mi trabajo no me da un hogar, cuando la realidad me asfixia y pesa sobre mi corazón y hasta en los de otras personas.