Por: Saúl Arellano Montoro
“Y ES QUE SIEMPRE ESTAMOS VIVIENDO DE NOCHE…”
Todos los directores del mundo, sin excepción, han tenido tropiezos en su carrera.
Nadie, por muy brillante y extraordinario que sea, mantiene siempre el nivel elevado al que nos tiene acostumbrado. Pareciera una regla no escrita en la carrera de los grandes realizadores del planeta.
Y claro que Ben Affleck, quien ha demostrado una capacidad tras la cámara impresionante, elegante, brutal y contundente en muy poco tiempo, no iba a ser diferente y para fortuna de él le llegó muy pronto con lo que tiene tiempo de reflexionar y aceptar que esta vez se equivocó.
“DIME SI ESTA NOCHE TÚ TE VAS DE RONDA, COMO ELLA SE FUE…”
La película, desde el argumento, tiene un poco de todas aquellas películas de anti-héroes personificados en el “buen” gangster. Y Affleck, además, se va a la década de los veinte para iniciar su historia. Hay que sumar a esto el contexto histórico por el que pasaba Estados Unidos con relación a su política exterior de intervencionismo en los países cercanos, específicamente Cuba, cuya población ha ido a Florida desde hace mucho tiempo antes de Castro, antes de los marielitos, antes de Obama.
Es entonces que con todos esos elementos a la mano, Ben Affleck tiene la hombrada de tratar de hacer una película épica en la que el personaje principal Joe Coughlin se mueve entre tiempos y contextos de forma parsimoniosa y cíclica buscando primero venganza y luego, naturalmente, redención que por supuesto no será así debido a que la vida es todo menos justa cuando más tranquilo estás.
¿Resultado? Una larga película que pretende ser Hard Boiled pero endulzada para lucimiento de la fotografía, los paisajes y la ambientación. Una película en la que reconocemos influencia de “El Padrino 2” (1974 de Coppola) y “Erase una vez en América” (1984 de Leone) en cuanto a la grandilocuencia narrativa pero sin la sustancia, ni ritmo y mucho menos poesía. La poesía del ascenso, caída y recuperación del ser humano; donde la venganza juega un papel importante como la chispa del individuo para lograr su objetivo.
Entonces abre demasiados sub-temas, la voz en off contando los huecos no es suficiente para poder unir la trama que simplemente no es posible logrando un largo camino a una resolución abrupta que no da por terminada la cinta. Esto también es otro tema final que no aporta nada a lo que ya sabemos que va a ocurrir: el auto-perdón de Coughlin.
EN RESUMEN
Demasiados temas y situaciones en una película que se le fue de las manos y que terminó siendo un interminable camino hacia un final que nunca termina de convencer. Y si bien es cierto que tiene chispazos de la genialidad que Affleck nos tiene acostumbrados, con una fotografía preciosista en momentos con un buen manejo del encuadre narrativo; una música idónea, un diseño de arte perfecto y una edición que salva mucho de la historia, en su conjunto es una película floja a la que le sobra media hora de película y dos sub-tramas que descompusieron el ritmo y la narrativa épica que buscaba el director/guionista.
