Por: Cristhian chavero López
No vemos porque no queremos ver, no sabemos porque todo el ambiente nos lleva a la evasión simplona y floja, mediocre, donde lo importante es el mediano placer y el pequeño estatus que nos da el gastar y lo que nos imponen como éxito, no lo que de verdad deseamos. Esa realidad se relaciona con lo sucedido con la información.
La coyuntura mediática de esta semana tiene su origen en los mismos medios. La anécdota está en que Carmen Aristegui dejó, de nuevo, de aparecer en su noticiario matutino el pasado lunes 16 de marzo.
Por supuesto que la gente, algunos simpatizantes de la informadora e intelectuales acusan al gobierno federal de intervenir en la decisión de MVS, la empresa concesionaria de la señal desde donde se transmitía el dicho programa de noticias.
Si el término del contrato es legal y a la empresa así le conviene, pues tendría razón la Secretaría de Gobernación al declarar mediante boletín que es una diferencia entre particulares. Pero, da la casualidad de que los mexicanos tenemos derecho a la libertad de expresión y también a la información. Y el punto medular de esto es que, en nuestro país no hay opciones informativas de verdadero alcance y profundidad.
Es decir, hay pocos medios, pocas visiones distintas en el gran mercado. Quienes lideran en la preferencia del público son las cadenas televisoras, seguidas del radio, después los diarios nacionales y finalmente los medios que exclusivamente transmiten por internet.
Alguien podrá pensar y repetir como perico, que vivimos en un país libre, soberano, en una verdadera democracia, con libre mercado, con leyes que permiten la libre competencia y por tanto las oportunidades para constituir una empresa informativa, en la que si hacemos bien las cosas podríamos abrirnos un espacio en el gusto del público y decir lo que nos parezca.
Que ingenuidad, cuánta fe ciega en las declaraciones de los servidores públicos de alto perfil, que falta de visión crítica de la información.
Me explico. La ley nos permite imprimir los ejemplares que queramos de un mensaje y prácticamente decir lo que creamos, si dijéramos una mentira o nos inmiscuyéramos en la vida privada de cualquiera no habría consecuencia legal, porque raramente se gana estos juicios. Pero eso no resuelve el verdadero filtro, que es la distribución de publicaciones periódicas impresas. Para eso hay que darse de alta en Indautor, trámite sencillo y lograr la venia la Secretaría de Gobernación, para así lograr el derecho a la distribución en kioscos de la Unión de voceadores y locales cerrados, como Sanborns, tiendas de autoservicio.
La verdad es que no son trámites difíciles. Sin embargo lograr la licitación, la concesión para lograr transmitir en radio sí es complicado y más en televisión nacional; apenas la presión social del movimiento 132 durante la elección de 2012 resultó en la existencia de dos cadenas nacionales más de televisión abierta, la que no se paga por sintonizar.
Los ganadores de la concesión fueron Cadena 3 y Grupo Radio Centro, ambas ya con mucha experiencia en medios.
Hay que explicar que los medios electrónicos suelen tener mucho más influencia que los impresos, porque es más fácil y cómodo decodificar los mensajes y porque se persuade mejor.
Cuando el público desarrolla la costumbre de sintonizar a uno u otro noticiero también está relacionando su fe o su afecto en un canal, un programa de noticias y sobre todo en la persona que las lee y las editorializa, osea en quien interpreta los hechos como buenos o malos, a los manifestantes, servidores públicos y candidatos como buenos o malos.
Es por eso que el caso de Aristegui cobra más trascendencia, no importa si La Jornada, Proceso, Sin Embargo, Desinformémonos o Reporte Índigo son incómodos, ninguno de ellos se transmite por televisión o radio.
Es necesario explicar que en México dos familias controlan la televisión abierta nacional, mientras que el radio está en manos de cinco. En total siete familias son más influyentes que millones, porque deciden qué se dice y qué no. Pareciera exagerado, porque una persona no puede controlar todo lo que hacen sus empleados, sus editorialistas, reporteros y presentadores, productores y administradores.
Pero sí pueden controlar a quiénes contratan como jefes y qué línea imponer, porque es su medio, es su inversión y su riesgo, es su juego y son sus reglas. Muchos canales no serán suficientes mientras sea prerrogativa del ejecutivo federal, a través de sus secretarios decir quién sí puede transmitir y quitarlo sin consulta, sin discusión, sin análisis popular.
Alguien se espantará porque utilicé la palabra popular, que se parece a populista y su miedo me da la razón, ni saben lo que significa populista y repiten la palabra de la maldad, el antiprogreso.
Dirán que exagero, pero les traigo a cuento un evento más o menos reciente. El Canal 40 le fue concesionado a Javier Moreno Valle, hizo un trato con Tv Azteca, ambos se quedaron mal y Ricardo Salinas Pliego tomó con fuerzas armadas el control de la señal en el cerro del Chiquihuite en 2002.
Canal 40 recuperó las señal y a Tv Azteca sólo se le impusieron 30 mil salarios mínimos, que para su fortuna es en realidad muy poco, mientras que a las radios comunitarias e indígenas en el resto del país se les da cárcel, se les quita el transmisor y no se les concede el derecho de transmitir cuando lo piden.
Gracias a una huelga se cerró el canal 40 en 2005, Salinas Pliego tomó el control de la señal sin que el gobierno se lo concesionara y sigue transmitiendo como si nada. Doble moral, distinta aplicación para mismos actos. De ahí nació la frase de Vicente Fox Quezada, entonces presidente, “Y yo por qué” cuando se le cuestionó por el Canal 40. Un pobre merolico que evade su responsabilidad y que ahora opina como si tuviera la cara limpia y supiera de lo que habla.
Carmen Aristegui no es la verdad, no es la postura radical que salvará a México, no le demos un papel que no pretende y que no es verdad, es una pieza del andamiaje estructural del poder. Lo que sí se puede argumentar sobre ella es que es una periodista independiente, que hace lo que cree que debe hacer, le guste o no a los dueños de la concesión que el gobierno, en representación de todos los mexicanos da.
Pero Aristegui sí es una jugadora incómoda ahora que vienen las elecciones, más reformas tramposas y reparto de utilidades entre la clase dueña del país.
Estamos inmiscuidos en una realidad alienante que no nos deja ver que hay cientos de miles de muertos, que la mitad de los municipios tienen fosas responsabilidad de narcotraficantes, que nos roban la luz, el agua y el petróleo; somos ignorantes de nuestros derechos y se nos dificulta ejercerlos, demandarlos, disfrutarlos; no vemos porque no queremos ver, porque la realidad es pesada y es más cómodo prender la televisión, la pura ceguera.








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