Por: Redacción
El concepto de autonomía infantil que promueve el CONAFE se contrapone a la autonomía que promueven en sus hijos e hijas los pueblos indígenas.
En el marco del Día del Niño y la Niña, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) detectó que el Programa de Educación Inicial (PEI) del Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), dependiente de la SEP, provoca en los niños y niñas indígenas de 0 a 5 años un proceso de pérdida de sus raíces socioculturales.
La investigación “Análisis y propuestas para el fortalecimiento del Programa de Educación Inicial del CONAFE”, desarrollada por la doctora María Bertely Busquets, arrojó que dicho programa es limitado porque el proceso de formación de los cuidadores de los menores indígenas excluye, entre otras cosas, los estilos de socialización y métodos de crianza del que son portadores.
“La participación de todos los integrantes de las unidades de parentesco así como de las y los sabios y demás comuneros y comuneras en los procesos educativos destinados a la infancia indígena no es sólo un derecho, sino una obligación y condición indispensable para su formación integral”, sostiene Bertely.
El estudio, realizado a petición de la UNICEF en el 2013, muestra que “el PEI centra su función educativa en la preparación de las y los niños para su ingreso a la escuela, desde una visión del desarrollo infantil eurecéntrica y subordina la participación de las familias a los objetivos de la escolarización”.
Por ejemplo, se encontró que desde el embarazo, y hasta que los menores cumplen cuatro años, el PEI hace dudar a las mamás acerca de los conocimientos y valores transmitidos generacionalmente. Ellas se preguntan a quién deben obedecer, al PEI o a la sabiduría y espiritualidad indígena.
La investigadora del CIESAS refiere que, entre otros “efectos perversos” que provoca el programa del CONAFE, es que imponga un concepto de autonomía infantil definido como “la capacidad que adquieren las y los infantes de resolver sus propias necesidades en solitario, mientras para las comunidades indígenas el ser autónomo se asocia con la capacidad progresiva de hacer, colaborar, asumir responsabilidades sociales e involucrarse de manera paulatina en las actividades familiares y comunitarias”.
El análisis abarcó los estados de Chiapas, Oaxaca, Hidalgo, Yucatán y Coahuila, siendo Hidalgo “donde se detectó un mayor proceso de ‘aculturación’ en las comunidades atendidas por el PEI, mientras que Chiapas, Yucatán y Oaxaca las familias manifiestan mayor vitalidad cultural y lingüística”.
Colaboración, no trabajo infantil
La investigación revela que no solo para el CONAFE y la SEP, sino en general en materia de las regulaciones vinculadas con los derechos de la infancia, resulta complicado establecer la diferencia entre la colaboración infantil en los trabajos de la unidad familiar (como una manera de contribuir al bienestar del grupo de pertenencia) y el trabajo infantil sometido a procesos de explotación como el que realizan los jornaleros agrícolas menores de edad.
“El reto estriba en valorar que las y los niños indígenas, desde antes de los 4 años, se involucran en los trabajos de los adultos, y no por ello se trata de una violación a los derechos de la infancia”, sostiene Bertely Busquets.
El trabajo académico consigna que para las comunidades indígenas un menor de edad que no colabora con la familia es un niño que no se ha convertido en persona, “y aunque la Convención sobre los Derechos del Niño sanciona sus derechos culturales, algunos de estos entran en conflicto con las maneras en que son educadas las personas en las comunidades indígenas: se cuenta con legislaciones que regulan los derechos de pueblos indígenas, legislaciones a favor de la diversidad, pero faltan instrumentos jurídicos que establezcan, más allá de la Convención sobre los Derechos del Niño, los derechos específicos de la infancia indígena”.