Por: Redacción
De los 214 millones de migrantes en el mundo, el 49% son mujeres y seis de cada diez mujeres migrantes centroamericanas son violadas al intentar llegar a EU.
A la difícil decisión que enfrenta una mujer de dejar a sus hijos para emigrar a un país y conseguir un mejor trabajo, se le suman situaciones de violencia física y psicológica ejercida por la pareja y/o las autoridades en los lugares de tránsito y de destino, además de la estigmatización como “malas madres”, revela Hiroko investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, (CIESAS).
En su estudio “Salir adelante: experiencias emocionales por la maternidad a distancia”, Asakura, señala que de entrada la “separación de la madre y sus vástagos genera elevados costos emocionales ya que persiste en ellos el miedo de perder el amor del otro”.
Para la académica, el sentimiento de culpa y la sensación de fracaso que experimentan las madres migrantes evidencian “la eficacia de la ideología de género que las responsabiliza, de manera exclusiva, del cuidado tanto físico como afectivo de la prole, lo que provoca sentimientos negativos el incumplimiento de esas expectativas, a la vez que les exige acercarse al modelo ideal de la maternidad”.
Se calcula que en el mundo existen 214 millones de migrantes, de los cuales, el 49% son mujeres, siendo particularmente difícil la violencia que sufren ellas en el tránsito a su destino. Tan sólo en México, Asakura comenta que se estima que seis de cada diez mujeres centroamericanas que salen de su país para dirigirse a Estados Unidos, han sido violadas.
“Está tan naturalizada [la violación] que incluso los coyotes recomiendan a las mujeres que antes de emprender el viaje se apliquen una inyección anticonceptiva”, comenta. Y es que es usual que el cuerpo de las mujeres sea utilizado como moneda de cambio para que pueda avanzar a su destino o para recibir protección por parte de los traficantes de indocumentados.
Por su parte, la también investigadora del CIESAS, Diana Karina Buenrostro Mercado, comenta que otro problema que enfrentan las mujeres es la deportación, ya que al regresar a su lugar de origen no lo reconocen y se convierten en extrañas y ajenas.
En su estudio, “Primero migrante, luego deportada y con hijos” revela que la madre expulsada no tiene la posibilidad de reunificar su familia en México, o de ingresar otra vez a los Estados Unidos, por lo que se enfrenta a un cambio primordial: ejercer su maternidad desde la deportación.
“La deportación es un fenómeno que implica, además de la expulsión del país, un estigma que la mujer carga y que no sólo tiene que ver con la “ilegalidad en el otro lado”, sino también con una sensación de ‘ser mala madre’. La deportación femenina es un despojo a su vida, a su ser madre, a sus hijos, su familia y su hogar”, concluye Buenrostro Mercado.