La Roux dejó problemas en el paraíso del Plaza Condesa

Por: Luis Rodríguez/Fotografías: Jesús Contreras

Las luces flotaban entre el paraíso y el infierno, ángeles terrenales se dieron cita desde las 20:00 horas en el Plaza Condesa el pasado 27 de enero en donde Elly Jackson dejó un tatuaje electro-pop con lo mejor de los discos “Trouble in paradise” y “La Roux”.

10949865_792439444125935_1228744064_nLa banda que abrió la velada fue Timothy Brownie, lanzaron siete temas y brownies con sabor  a “María Juana chocolatosa”, mismos que encendieron la pista con su música electro-funk que alentó a las cabezas pintadas. Sin embargo la desesperación fue inevitable poder apaciguar. El “funk cósmico” fue noble y amigable, a pesar de que se susurraba entre las admiradoras de La Roux “…me aburrió… no le entendí a su proyecto”. Si Ludwig van Beethoven “hubiera escuchado” aquellos juicios, habría dicho: “La música es una revelación mayor que toda la sabiduría y la filosofía”.

Eran las 21:10 horas y la desesperación apretaba. Por doquier el público llenó el lugar, los flancos fueron custodiados por el ejército de fanáticos. Además una epidemia descontrolada que se ha encargado de infectar las escenas musicales, culturales y de otras índoles también afectaron a los presentes: enfermos de `selfies´ abundaron.

La fragancia inglesa, la elegancia de la música, la pasión de cientos de cuerpos, los pulsos que chocan con cuerpos desconocidos y que emanaron calor, nocturnal melodía que se tatuó bajo la piel, muy cerca del hueso. Demora por un claroscuro femenino único, la voz suave que desprende pasión pop acompañada de sonidos electrónicos. Alto el peinado, tan alto como la fuerza anímica de los fanáticos que cantaron cada uno de los temas que Elly Jackson suavemente liberó.10952741_792439367459276_619948434_n

La Roux, Elly Jackson, El Plaza Condesa, decenas de fans y poco tiempo, mezcla que fue intervenida por celulares que grabaron cada movimiento en el escenario. Sin escapatoria, todo el recinto se volvió una prisión melódica, presos por voluntad (pagaron por entrar) fueron remetidos por la máxima autoridad del momento a escasos diez minutos para las 22:00 horas: “Let me down gently” encendió la esquizofrenia de mujeres y hombres por igual.

“Hello México City!” se logró escuchar, ya que los gritos pretendían opacar la voz de Elly, sin embargo todo el lugar fue exacto, sin fallas, todo estaba fríamente calculado, iluminado y decorado con la temática de su último disco “Trouble in paradise”. “Fascination” y el calor se desprendió, el sudor lentamente se evaporaba, los músicos lo hicieron notar, La Roux apretó cada mujer y hombre en la pista cuando se escuchó “Kiss and not tell”, movimientos pop pretendieron derribar el recinto.

Un concierto grabado por celulares y tabletas deja de tener su valor sentimental y personal, como el arte deja de serlo al replicarse en máquinas y fábricas, muy cercano a caer en la industria corporativa actual llamada capitalismo salvaje. Además de que limitan la visión de los que están alejados del escenario, “¡Quita tu chingadera!… ¡No dejas ver!”, se lanzaron frases homónimas de atrás hacia adelante.

Elly desde el escenario bailó, cantó y miró a los mexicanos brincar y gritar sus temas, muestra del delirio fue “In for the kill”. Las mentes en su clímax corearon la canción y los labios de todos se volvieron herramientas de coro musical.

Se generaron olas de  traslación con las interpretaciones “Quicksand”, “Sexotheque” y “Cruel sexuality”, nadie tuvo resistencia, mientras los ánimos fueron impulsados hacia adelante con gran velocidad. Los ingleses serios, muy propios de su cultura, pero con ese electro-movimiento sin igual.

10912427_792439427459270_1346814532_oMeneo de hombros, flexiones ligeras de las piernas y brazos, además de un desplazamiento total en la escena caracterizaron a  Elly Jackson quien portó un saco y una blusa de color negro, pantalón blanco y su característico peinado. “I I’m not your toy” y los presentes comenzaron a empujar, sin espacio, sin importar nada rompieron las leyes de la materia.

“Shame shame shame”, “Tropical chancer” y “Uptight downtown” cautivaron pero la cuspide estaba por llegar. “Silent parther”, liberó cualitativamente la explosividad que distingue a La Roux, saltos y gritos de alegría a una oda que fue presentada por primera vez en México. Algunas manos pretendieron llegar a tocar a la joven cantante omnipresente pero escasos centímetros lo impidieron. Tan cerca del paraíso pero tan lejos a la vez. Problema.

Después de una ligera pausa La Roux volvió para ejecutar “Tigerly” y “Buelletproof”, éxtasis total que se desvaneció velozmente. Segundos después de las 23:00 horas acabo el edén, las nubes se despejaron para que Elly y sus músicos (William Bowerman en la batería y percusiones; Ed Seed en guitarra y percusiones electrónicas; Matty Carroll en bajo y synth bass; Mickey O’Brien en teclados y sintetizadores) se despidieran. Un autógrafo otorgó la cantante, el único; esa firma enloqueció a la admiradora.

Fue despertar abruptamente del evento como cuando al dormir la mente recrea una caída y el cuerpo reacciona, así los músicos dejaron el Plaza Condesa y la maravilla sintetizada formó una comunión nivelada gracias al poder de la música, la fuerza de La Roux.

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