Falta un mes para que se estrene Drácula, la nueva de Luc Besson, y pinta para ser algo fuera de lo común.

No es otra adaptación más del clásico, va más allá. Es una reinterpretación del mito, sí basada en Bram Stoker, pero con un enfoque mucho más emocional y trágico. Besson —el mismo de El Quinto Elemento, Léon: El Profesional y DogMan— dirige esta versión que se enfoca en el origen de Vlad, no como monstruo, sino como un hombre roto, marcado por la pérdida, que termina abrazando la oscuridad y convirtiéndose en lo que ya sabemos… pero con más fondo.
El protagonista es Caleb Landry Jones, el actor de DogMan, que ganó en Cannes y que trae un estilo rarísimo pero hipnótico. También sale Christoph Waltz, dos veces ganador del Oscar, o sea, talento de verdad. El casting está pensado más desde la intensidad actoral que desde la estética típica de blockbuster.
Lo interesante es que Besson dijo que se inspiró en Billie Eilish para darle tono emocional a la peli —eso ya te dice mucho del mood— y la música la compuso Danny Elfman, así que puedes esperar una ambientación densa, oscura, pero también muy íntima. Visualmente fue filmada en Finlandia, en locaciones que parecen salidas de una pesadilla nórdica.
Trata sobre amor, pérdida, fe y condena. Todo en clave gótica, sin caer en lo clásico, y con una estética bastante cuidada.
Se estrena el 14 de agosto en México, y la neta sí se siente como uno de esos estrenos que marcan un regreso fuerte de un director que sabe lo que hace cuando se mete en terrenos más oscuros. No es solo para fans del terror; es para los que buscan historias que te incomoden bonito y se queden dando vueltas en la cabeza.
Ya sabes, el cine se va a poner oscuro, romántico y raro. Como debe ser.