La lluvia se detuvo e inició el huracán

Por: Diana Angélica.

En una ciudad donde la lluvia siempre amenaza en esta temporada, a veces también, Tláloc sabe respetar lo sagrado. El cielo se abrió el 25 de junio en el Estadio GNP Seguros para permitir que una tormenta distinta —esa que Enrique Bunbury bautizó hace décadas como El Huracán Ambulante— se desatara sin interferencias. Una tormenta de memoria, de emociones compartidas y, sobre todo, de música que resiste el tiempo.

Fotografía: Jose Girl.

La gira El Huracán Ambulante Tour no es solo un regreso a los escenarios. Es una especie de conjuro con 20 años de espera detrás. En su cuarto concierto de esta serie, Bunbury convocó a los músicos que lo acompañaron en los inicios de su carrera solista, aquellos que ayudaron a definir el sonido posterior a Héroes del Silencio, y que para muchos seguidores —de los intensos, de los de toda la vida— representan una parte entrañable de su historia.

El reencuentro fue casi completo: Copi Corellano, Del Morán, Ramón Gacías, Ana Belén Estaje, Luis Miguel Romero, Javier Íñigo y Javier García-Vega pisaron nuevamente juntos un escenario mexicano. Solo faltó Rafa Domínguez, ausente por motivos de salud, pero presente en la memoria, con emoción y con la gran representación de Jordi Mena. La banda sonó como si nunca se hubiera ido: ajustada, intensa, teatral. Una banda que no acompaña, sino que se funde con la presencia magnética del aragonés de traje rojo y melena inconfundible.

Abrieron con Otto e mezzo, un homenaje a Fellini y al propio universo onírico que Bunbury ha sabido construir. Aquel guiño cinematográfico marcó el tono de lo que vendría: una noche entre lo real y lo fantástico, un cabaret itinerante hecho de luces y canciones.

Fotografía: Bunbury Facebook.

El club de los imposibles y De mayor consolidaron el inicio como un viaje entre épocas. El público —que llenó el recinto con una entrega casi ritual— recibió cada tema como se recibe algo valioso que vuelve a nuestras manos después de mucho tiempo.

Lo inesperado fue lo bien que funcionaron los temas nuevos. Te puedes acostumbrar a todo, Serpiente, Las chingadas ganas de llorar y Para llegar hasta aquí, no solo no desentonaron sino que brillaron. Escucharlas en vivo fue confirmar que Bunbury no depende de la nostalgia para conmover. Que su presente artístico está tan vivo como su leyenda.

También hubo espacio para los himnos. Big Bang volvió a sonar con la fuerza del principio de todo. Alaska, del disco Greta Garbo, recordó que el retiro no duró, pero que la pausa trajo inspiración. Y El jinete, ese clásico mexicano que el español ha hecho suyo, desató una ovación cargada de melancolía y pertenencia.

Como cierre, la despedida a la Bunbury, así sin palabras de más, pero con Stand by me sonando cuando ya las luces se apagaban, como un abrazo final sin necesidad de apretar.

El show fue redondo. Porque fue más que un concierto: fue un ajuste de cuentas con el tiempo. Una oportunidad para confirmar que Bunbury sigue siendo ese artista total que lo entrega todo sobre el escenario, y que cuando se junta con su Huracán Ambulante, lo que sucede es más grande que la suma de sus partes.

Ahora el tour seguirá por Sudamérica, Estados Unidos y España. Pero quienes estuvimos en la Ciudad de México ya podemos decirlo: el huracán pasó por aquí, y fue hermoso

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