La nueva película de Carlos Carrera se siente una obra de teatro que cumple con su misión de impactar a la audiencia.

Llega a las salas de cine, Confesiones, que narra la historia de una familia que después de que su hija es secuestrada, pero los secuestradores no quieren dinero, sino que alguno de los miembros de la familia confiese un pecado horrible que cometió.

El filme tiene muchos positivos y lo más importante mantiene entretenido al público y juega muy bien con sus emociones, en términos técnicos está excelente, las actuaciones son lo mejor que ofrece, sin embargo, el guion carece de originalidad, lo cual es importante para el potencial que tenía este thriller mexicano.

Para ver esta cinta se tiene que ir con la mentalidad de dejarse llevar por la historia que quieren contar, no tratar de adelantar conclusiones ni adivinar trama, ya que las revelaciones que se dan a lo largo de la cinta son un tanto predecibles; pero no por eso dejan de ser impactantes.

Por supuesto la factura de la película es impecable, en cuestiones de dirección, se percibe enseguida que se trata de un experimentado talento como lo es Carlos Carrera. De manera efectiva cumple el objetivo de shockear al espectador con escenas particulares para dejar en silencio a la audiencia.

El punto más fuerte de Confesiones son sus actuaciones, el elenco está espectacularmente bien, con un tono natural, pero que se siente orgánico, cada personaje expresa bien sus emociones y sus acciones. Al momento del intercambio de diálogos se aprecia una calidad de primer nivel que sinceramente se debe mencionar. Particularmente se debe destacar el trabajo de Luis Gnecco.

Con lo cual, las actuaciones aportan mucho a favor de la cinta, porque sus cimientos se encuentran en diálogos, Confesiones podría entrar en el concepto “ship in a bottle” (barco en el frasco) que es una denominación a aquellas películas que transcurren mayoritaria o en su totalidad en una sola locación, y es un guion que fácilmente podría ser una obra de teatro.