Por: José M. Viniegra
Avelina Lesper menciona que “vivimos el momento más ególatra, más fetichista y más superficial del arte. Es ridículo que te chantajeen con el sufrimiento para hacer sus –disque- obras. El sufrimiento no tiene ningún valor. El sufrimiento es una circunstancia personal. El sufrimiento es un chantaje y no es una obra de arte”. Crítica de arte, ella es contundente con la separación de lo que comunica y lo que no: el arte debe comunicar.
De tal modo dicho y al igual que ella, me opongo a un “arte” que busca en el sufrimiento la supuesta expresión. En verdad, de ser valido un arte así podríamos suponer o asumir que lo son prácticas tan absurdas como las que ejercen muchos youtubers que, en su afán de crear juegos obsoletos, se laceran la piel o se dejan caer un balde de agua con hielos encima. Se graban a sí mismos y lo suben a las redes para obtener likes de gente desconocida.
Pero ahora deseo usar la acertada opinión de Avelina para extrapolarla a algo más: El arte de la sociedad.
Cuando algo es verdad, aplica en más áreas que aquella de la que nace (obsérvalo por ti mismo y verás que así es). Deseo hablar, aquí, del desafortunado chantaje social, de la egolatría social y de lo superficial que nuestros estándares humanos se están volviendo por mirar hacia nosotros mismos solamente.
Por ejemplo: recuerdo que mi generación y la de muchos (en plenos 80´s) creció al abrigo de cierto cariño paternal y de una educación más disciplinada. Recuerdo que muchos recibimos el cariño de nuestra casa en forma de regaño, de castigo e incluso –con gusto lo digo: ni me “puede” ni me quejo cual sedita- mediante un bien merecido “cinturonazo” o un “chanclazo”.
En la escuela me tocó algún “borradorzaso”. Ciertamente, no fue lo mejor. Pero vaya que no vivimos ni con traumas de casa ni con falta de educación y valores. Eso sí, tampoco somos una generación de “dejados”. Pero la sociedad de hoy, similar a como indica Lesper respecto al arte, se ha vuelto Egolatra, Fetichista de su dolor y -con ello- Superficial. Bástenos mirar cómo pasamos con vertiginosa velocidad de una vida sencilla, con educación y mejores ejemplos, más valores y sensatez, a una existencia social que habla hasta por las orejas de lo reprobable que es cualquier cosa indeseable, aun si no es un daño real o grande.
Las leyes o cuestiones sociales han de pensarse en frío y no embebidos de nuestro abatimiento (pues somos ahí más vulnerables hasta para nosotros mismos y nuestras aberraciones cuando estamos bajos de emoción). Bástenos ver cuántos comerciales exaltan en demasía el cuidado del cuerpo, o el altísimo valor incrustado en solapados amarillismos, por causa del género de uno mismo. ¿No es éste, acaso, un Superficial y absurdo Fetichismo de nuestra Egolatría? Todo nos duele. Todo “nos puede”. Todo tiene que ver con nosotros. Incluso la moral o la ética están perdiendo fuerza ante tal moderno egolatrismo.
Ya no existe una idea de sociedad unida, sino la de la desunión social, la del
hacinamiento en nuestro propio microuniverso y la expansión de éste a los “otros”. No nos “dejamos” de nada porque de seríamos unos “dejados”. Creemos de modo solapado que somos centro del mundo (egolatría y egoísmo puros). Nos valemos de las leyes o las modificamos a una velocidad nunca antes vista por causas harto INDIVIDUALISTAS. En vez de formarnos o mejorar como SOCIEDAD, lo hacemos o pretendemos hacerlo únicamente como el UNO MISMO que –deleitantemente- sentimos ser.
Permíteme decirte, amigo lector, que este mundo está lleno de “unomismos”. Todos nosotros somos unomismo; pero todos vivimos en el mismo espacio. Así que no nos equivoquemos: dejemos de apoyar todo cuanto nos individualiza. Apoyemos aquello que nos una, que devaste las rebabas que hay en el breve espacio donde se da nuestro diario y cotidiano Roce Social: aquellos espacios públicos en que se merece una educación y valores que se están perdiendo. De lo contrario, terminaremos –pronto- amargados, escondidos en nuestras casas, llenos de blindajes y demandas, y sin descendencia futura.
No nos estamos volviendo más civilizados, sino superficiales cada día. Vamos corriendo hacia ser una sociedad Orwelliana de 1984 clamores.