LA PESADA REALIDAD: Reforma y la libertad de los terceros

Por: Cristhian Chavero López

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La libertad nos es inalienable, lo dice la constitución y el derecho internacional, pero ¿de verdad es nuestra, la respetamos, la aprovechamos?
Uno de los grupos sociales más vilipendiados por la prensa en las recientes décadas es el de los profesores de nivel básico. Buena parte del público no conoce la diferencia entre la CNTE y el SNTE, muy posiblemente porque lo que sabemos de los medios es que todos los maestros son malos, intransigentes, violentos y flojos. El caso más reciente en que los maestros dieron nota es el del pasado miércoles 11 de febrero, cuando las policías del DF y Federal los desalojaron de la avenida Reforma.

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El argumento de la Secretaría de Seguridad Pública del DF es que se debe salvaguardar el libre tránsito, el argumento de la Secretaría de Gobernación es que ya estaban satisfechas las demandas de los maestros. En otras palabras no había razón para un mitin y los granaderos de ambas instituciones informaron eso a los profesores avanzando sobre ellos. ¿Estarán cubiertas las libertades de los capitalinos y de todos los mexicanos con acciones como esta? Para responder, primero contextualizaré.
En 1979 un grupo de docentes decidió separarse del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el SNTE, esos miembros formaron un sindicato alterno que pugna por la representatividad universal, es decir que no sea el gobierno el que decida a su interlocutor sindical, lo que formaron se llama Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE.
Ambos pueden tener prácticas donde se negocian los espacios laborales a cambio de algo, en el SNTE es principalmente compadrazgo y dinero, en la CNTE es colaboración en marchas y mítines, por eso se les acusa con tanta frecuencia de contar con acarreados y esquiroles. El caso es que aunque el SNTE sí se ha valido de golpeadores y pistoleros, los medios no les acusan también de eso.

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Es de llamar la atención que varios medios han dejado de explicar que se trata de sindicatos distintos, incluso hay renombrados columnistas como Carlos Marín que, sin empacho, los coloca en el mismo saco y no diferencia, como sí recomendaría su Manual de Géneros Periodísticos al hablar del rigor.
Si te pones a leer algunas notas digitales sobre el desalojo de la avenida Reforma del pasado 11 de febrero, verás declaraciones de autoridades hablando de saldo blanco, de conatos de bronca que los granaderos impidieron, del resultado satisfactorio según representantes de Gobernación, del tiempo que tardó la policía en reestablecer el tráfico.
Muy bien, buena cobertura, salvo porque no hay una nota, crónica o reportaje que nos diga qué carajo hacían los profesores en la Ciudad de México, qué demandaban, qué no les pareció ahora. Y no la habrá porque un grave problema en el general de la prensa mexicana es que no contrasta, no revira con información de la contraparte del entrevistado. Es costumbre de los medios líderes como Televisa, El Universal, Fórmula o Excelsior decir que su información es buena y confiable porque se las dio una autoridad. Qué pendejada.
Es labor del periodista discriminar (atinadamente o no) entre la información valiosa y la dudosa, dependiendo del interés de la fuente, por eso nuestra labor es siempre sujeta de subjetividad y criterio. Si el INEGI dice que somos 116 millones de mexicanos le creo, pero si Presidencia dice “Enrique no ha robado en su vida” pues no le creo, y será mi labor conseguir información que la contraste, coincida con mis hipótesis y opiniones o no. Es mi compromiso de periodista satisfacer el derecho de los mexicanos de ser informado y obligación del estado salvaguardar mi labor y libertad de opinión.
Es justamente el tema de la libertad donde está la trinchera de esos periodistas que se conforman siempre con la versión oficial, porque el argumento de que se vulnera el derecho de libre tránsito se convierte en verdad de Dios, como si el ser automovilista te convirtiera en el epítome de inocencia y punto nodal de los derechos humanos. Libre tránsito significa que puedo ir por cualquier carretera, vereda o avenida sin que me pidan documentos como si fuera otro país.
Por favor no me malinterpreten, cada ciudadano debe ir por donde se pueda con total libertad, sea en auto, bicicleta o a pie y es un problema de pérdida de dinero y tiempo que una manifestación te impida el paso. Pero es mezquino denostar a los manifestantes sin cumplir con el trabajo de informar el qué de una noticia. Por qué se están manifestando, qué los llevó ahí, además de una pregunta muy evitada en la prensa ¿tienen derecho los manifestantes de manifestarse? Pues sí. La ley los ampara porque si no cuentan con los periódicos, cuentas bancarias y amigos en altas esferas, lo único que puede cualquier ciudadano es salir a la calle y hacerla de tos para ser escuchado si las instancias no le satisfacen.
Me van a decir que mi libertad termina en donde comienza el derecho de los demás, pero yo reviro de este modo: las marchas y mítines no son un problema entre manifestantes y automovilistas, es un problema entre ciudadanos y servidores públicos. Quien tiene la responsabilidad de prevenir las marchas son los gobiernos municipales, estatales o federales. No deberían ponernos unos en contra de otros.
Las contrareformas promovidas por el mandato de Peña son causa de muchas de las marchas más multitudinarias de las capitales del país, pero la prensa no lo dice, el automovilista usuario de Twitter y Facebook no siempre es consciente de que quien provoca las interrupciones viales no son los que gritan consignas, sino los que venden su facultad de reescribir las leyes.
Cuando me quejo de que no respetan mis derechos, sería conveniente pensar en todos esos derechos, para eso necesito conocerlos, mi libertad está relacionada con mi capacidad de desplazarme, pero también con la voluntad de que no me hagan pendejo con informaciones a medias.

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