Por: Renata Tarragona./Fotograías: Westwood Entertainment
Quienes se lo perdieron se deberían arrepentir y quienes no los conocen se quedarán con la curiosidad… de verlos en vivo… hasta nuevo aviso.
Todavía con el furor del Súper Tazón de Cereal y su medio tiempo, difícilmente habrá un show durante estos días que acapare la atención y más a una semana de ocurrido, pero se los traigo a colación como muestra de una oferta que existe, que crece cada vez con más resonancia y que, si bien aún hay una mayoría que la desconoce, es una apertura a contenidos internacionales que no se debería ignorar.
¿De qué les hablo? Del pasado concierto de la agrupación de K-Rock surcoreana, FT Island, en Pepsi Center. Sí, también son idols. Sí, son cinco. Su color oficial resplandecía en el recinto, un amarillo intenso, en playeras, lightsticks, moños y carteles en manos de su adorado club de fans, primadonnas (ellas) y primadudes (ellos), cuyas sonrisas permanecieron pintadas en sus caras sin descanso desde antes de entrar hasta salir del lugar.
Hay una diferencia. No, no dejan de ser coreanos. Estos chicos tienen en su poder instrumentos musicales que invitan a saltar y sacudir la cabeza al ritmo del rock. Volviendo a la pregunta inicial, ¿por qué el K-Pop hace feliz a la gente? Porque los artistas consienten a su público. Mucho. Con un dramático inicio el líder de la banda, Jong Hun, apareció iluminado de entre la oscuridad mientras tocaba el teclado, los gritos no se hicieron esperar.
Uno a uno emergieron de las tinieblas: Min Hwan, el baterista; Jae Jin, el bajista; Seung Hyun, el guitarrista y Hong Ki, el vocalista. Lighsticks se agitaban en el aire sin cesar. Se percibía una vibra llena de energía y optimismo, como una recarga de pilas, cuyo nivel aumentaba más y más a cada canción. Era una especie de hipnosis sanadora, optimista. Con un público que respondía a todo pulmón, sin vacilar, al micrófono que le otorgaba el turno de corear canciones como Sarang, sarang, sarang o Be free.
Si alguien se llevó la noche y gozó de darse a querer fue el aclamado Hong Ki. Su gran carisma, traviesos movimientos, explosiva voz, apasionado headbanging y simpático parloteo tuvo a todos sus fans a sus pies. El quinteto derritió corazones con un combo de baladas acústicas, Stay, Severly, entre otras, y revivió los ánimos con temas como Faling Star, Freedom y Shinin’On.
Con ayuda de una traductora, el vocalista se comunicaba con los asistentes para expresar su asombro y gratitud: “¿todos vieron bien el show? Queremos que regresen a casa con una sonrisa. A fuerza tenemos que volver. Esperen nuestro siguiente álbum”. Luego de unos cuantos intentos por hablar español, finalmente la traductora le susurró al oído para escuchar a Hong Ki gritar con entusiasmo: “¡son chingones!”, cuya respuesta fueron más ovaciones y aplausos.
Esta energía contagiosa de FT Island les valió ser el blanco de regalos-torpedo, los cuales ellos muy gustosos se colocaron encima: una máscara de luchador, playeras y la bandera de México. Además, como último capricho concedido, tocaron dos temas más para el encore y subieron a varios fans al escenario, incluso les permitieron tomarse el tiempo de capturar selfies a su lado.
El FTHX Tour en la Ciudad de México se convirtió en una muestra más de la pasión del K-Pop y sus variantes, al igual que de la incansable admiración por parte de los k-poppers. Si ser integrante de una sociedad globalizada implica tener a disposición una oferta de entretenimiento, entre otros rubros, internacional para conocer y tal vez aprender, comprender y adaptar, ¿por qué no darle una oportunidad a lo que viene de países (ya no tan) lejanos como Corea? Si querían apertura y novedad, aquí la tienen para ustedes.
¡Sean felices!