Por: Laura Mónica Rodríguez.
En estos tiempos en que nuestros ojos se pierden en una pantalla táctil que nos lleva a mundos fantásticos pero impersonales, El Gran Hotel Budapest nos recuerda todo lo que nos estamos perdiendo por no levantar los ojos para admirar los pequeños y grandes milagros que suceden a nuestro alrededor.
Wes Anderson nos lleva a través de personajes fársicos y encantadores a un viaje en el tiempo, sumergiendo al espectador en el mundo de Gustave H (Ralph Fiennes), un concierge cuya misión en la vida es hacer felices a sus huéspedes, pidan lo que pidan y cueste lo que cueste. El Gran Hotel es su hogar y los empleados, su familia.
Cada estadía vive grandes romances con sus clientas VIP como Madame D (interpretada por una irreconocible Tilda Swinton) cuya sorpresiva muerte desata esta extravagante, surrealista y sarcástica comedia de enredos que se resuelven en el último instante entre paisajes alpinos, extraordinaria música (obra de Alexandre Desplat) con tintes de polka y balcánicos y cuyo final no es el típico al que nos tiene acostumbrados Hollywood.
Todo arranca con un escritor admirado por su ciudad natal (Tom Wilkinson) recordándonos que no todas las historias que cuenta un autor salen de su mente; siempre hay personas dispuestas a contar su propia historia, como Zero Moustafa (F. Murray Abraham), un enigmático caballero mayor que siendo dueño del Gran Hotel Budapest prefiere hospedarse en una pequeña habitación de servicio ante la sorpresa de sus empleados y que decide compartir con el entonces joven escritor (Jude Law) como llegó al país, conoció a Gustave H., terminó siendo un hombre muy rico al que la guerra le arrebató todo, dejándole tan sólo un abandonado e inmenso hotel donde camina entre los fantasmas de sus más queridos recuerdos, como el de su amada Agatha (Saoirse Ronan) la hermosa chica rubia con un lunar en forma de la república mexicana en la mejilla.
El casi aún adolescente Zero (Tony Revolori) encuentra en Gustave H. un mentor al principio, un padre al final, que le muestra la importancia de los pequeños detalles al atender a un cliente; el fascinante mundo de la poesía y sobre todo, la importancia de vivir y disfrutar cada día. Juntos se ven envueltos en un sinfín de situaciones al mismo tiempo cómicas y trágicas, que nos recuerdan las persecuciones clásicas del cine mudo y que nos regalan un desfile de monstruos de la actuación como Williem Dafoe interpretando a Jopling, un pintoresco asesino a las órdenes de Dmitri (Adrien Brody), el egoísta y ambicioso hijo de Madame D, que busca a toda costa evitar que Gustave herede “El niño con manzana” una valiosa obra de arte que su madre dejó en su testamento para Gustave.
Así aparecen también Serge X, (Mathieu Amalric) el francés y fiel mayordomo de Madame D; Kovacs
(Jeff Goldblum) el abogado de la familia; Henckels (Edward Norton) un oficial del ejército, y, la sociedad de las llaves cruzadas, formada por otros concierge de grandes hoteles como M. Ivan (Bill Murray), M. Chuck (Owen Wilson), entre otros.
El hermoso hotel nos habla de ese glamour que ha sido sacrificado por lo práctico, por esa modernidad absorbente y destructora que ya no tiene
tiempo para disfrutar con calma las cosas, que ha olvidado el trato persona a persona, de todos esos lugares que hoy van quedando en el olvido, aplastados por las grandes franquicias y los lugares de moda. También toca lo absurdo de la guerra y como el abuso, la tiranía y la intolerancia es la misma independientemente del bando que esté en el poder.
El Gran Hotel Budapest no es una película para todos; te resultará excéntrica y hasta estrafalaria si la ves desde afuera. Pero, si decides dejarte guiar por el encantador Gustave a esa realidad que, en palabras de Zero, dejó de existir mucho antes de que el lo conociera pero que el concierge lograba de algún modo mantener la ilusión de que estaba viva, saldrás con una sonrisa de oreja a oreja y con ganas de hospedarte en ese hotel de cuento que te lleve a tiempos igual de violentos que los actuales, pero más simples, más glamorosos, más personales, más felices.