Por: José Viniegra.
El 4 de abril se inauguró en el Museo Nacional de Artes Populares, la exposición de Vinos y Exquisiteces, por tercer año consecutivo. Preferimos abordar la cobertura de este evento desde nuestra experiencia: llegamos al registro de medios a las 16:00 horas.
Se nos invitó a la cata de vinos y a la degustación con una copa que nos brindaron a la entrada y, claro está, un poco de agua purificada para lavar la copa entre cada muestra. Al interior del museo se hallaban, de un lado el área de alimentos, donde hubo empanadas, vinagretas, salsas picantes y no picantes, chocolates, aceites de oliva, aderezos y rompopes, así como un par de casas vinícolas, mientras que del otro lado se encontraban quesos, jamones, otras carnes frías y la mayoría de los vinos: secos, dulces, semidulces, espumosos, rosados, blancos y tintos. Los sabores fueron variados, algunos levemente afrutados y perfumados, y otros, sin lugar a dudas, tenían el predominio de cierto dulzor y marcado afrutado en su sabor y aroma.
La mayor parte de los vinos fueron bien acompañados con quesos; aunque también pudimos probar estos productos lácteos solos; el maridaje logrado entre algunos vinos con quesos, jamones o chocolates fue en algunos casos más que deseable. Fueron sorpresa para el paladar. Asimismo nos asombró la presencia de una forma nueva de hacer el vino, la cual empieza a tomar fuerza y que antes no existía: esta es la combinación de diferentes cepas (hasta cinco) de uva, desde tempranillo, malbec, syrah, sauvignon, cabernet, por mencionar los más comunes.
Fuimos invitados, como mencioné al principio, a la cata de vinos. Esta fue dirigida por un sommelier de la casa vinícola “Viñedos la Redonda”, quien nos presentó esta ocasión dos vinos blancos, uno espumoso proseco italiano y uno nacional dulce. Normalmente he estado presente en la cata de algún vino en maridaje con pan, queso, aceitunas o uvas, pero la parte asombrosa es que esta ocasión se hizo con una trufa de chocolate y un pan con mermelada de arándano, o sea, con dulces, logrando una armonía grandiosa.
Todo comenzó con el vino blanco seco y la trufa. Se hizo el ejercicio de la “primera nariz”, que es el primer impacto sensorial a nivel olfativo, para dar paso a la apertura del vino al removerlo en la copa, no sólo dejando escapar los aromas que se nos invitó a descifrar, sino observando la formación de las piernas o lágrimas de los taninos en el alcohol. Alguien dijo que el olor era a mango; otro, higo o frutas secas, y no faltó el lado alegre cuando alguien mencionó un olor a “motitas” (chicle). Luego vino una pequeña y ligera prueba sólo del vino, para salivar y detectar acidez, dulzor, sabor, y luego proceder con el maridaje, donde pudimos constatar que la mejor manera de tomar el vino es a gusto del consumidor y no siempre siguiendo la regla de primero comer y luego beber o viceversa, sino también mezclando en boca alimento y bebida. El mismo procedimiento se hizo con el otro vino, y pronto afloraron las risas y el buen humor creado por algunos grados de alcohol, en un ambiente siempre alegre y respetuoso.
El grupo Pixel anduvo por el lugar, aunque tocarían hasta el día siguiente. Los integrantes hablan de haber alcanzado ya un espacio televisivo en
algún programa como Telehit o algún canal como Once TV. Llevan una trayectoria de cuatro años como Pixel, y otros años más con otros nombres. Han recibido colaboración de grupos de rock con más carrera artística y ello los sitúa en un buen camino; pudimos escuchar algo de su música en un “demo” y en verdad son de considerarse de calidad.
En este año el festival se presentará también en Santa fe. Se pretende llevarlo a todas las delegaciones del Distrito Federal más adelante. Así que estemos al tanto y recordemos: “El mejor vino es el que se comparte” y “Los grandes sabores se gestan lentamente”. Nuestro mejor objetivo es fomentar la cultura del vino, ampliar el mercado a los vinos nacionales y recrear el paladar con sabores diferentes que el de las bebidas azucaradas… ¡Bon Appetit!